lunes, 19 de octubre de 2009

Lo que faltaba

El último click del día lo hice en el blog de Roberto Guareschi. Fijate lo que escribe.

El poder de Twitter
Esto le impone un diario famoso a sus periodistas.
· Cuando un periodista usa redes sociales (Twitter, Facebook, etc) en su trabajo o en su vida personal debe tener siempre presente que es un periodista de nuestro diario.
· Nada debe poner en tela de juicio nuestra imparcialidad. Jamás debemos abandonar las reglas que separan la noticia de la opinión, (ni olvidar) la importancia de los hechos y la objetividad.
· Todos nuestros periodistas renuncian a algunos de los privilegios de los ciudadanos particulares. Cualquier contenido asociado a ellos en una red social online es, a los fines prácticos, el equivalente de lo que aparece firmado por ellos en nuestro diario o sitio web.
Y esto:
· Las páginas personales online no son el lugar apropiado para discutir temas internos de la redacción tales como fuentes, investigaciones, decisiones sobre publicar o no (…)
Estas son, glosadas, algunas de las normas que el Washington Post (WP) estableció para el uso de redes sociales: muestran hasta qué punto las redes sociales y el periodismo en Internet están poniendo en crisis al periodismo tradicional.
Se trata del diario que expuso el Watergate una página imborrable en la historia del periodismo. Pero no ha soportado la prueba del tiempo:
· se siente con derecho a opinar sobre la vida personal de sus periodistas en Internet y les da por por renunciado el derecho (privilegio, dice) de sostener en Internet opiniones distintas u opuestas a las que sostienen en el diario, derecho que, reconoce, tienen todos los ciudadanos “particulares“;
· opina que existe la objetividad, que hay noticias sin opinión.
· entiende que cualquier exposición de los procesos periodísticos internos es nociva para el diario.
Las normas del WP son un intento de enfrentar las nuevas realidades con las ideas del pasado. Hasta hace poco los diarios tenían el “monopolio“ de la mediación periodística. La mayoría de los periodistas tenían un solo lugar para dar a conocer su producción: el medio en que trabajaban. Y su voz era la voz “oficial“ de ese diario. Si trabajaban en otro diario, eso no cambiaba las reglas.
Internet les arranca a los grandes diarios como el Washington Post (y cualquiera de los locales) esa facultad. Hoy cualquiera puede mediarse: en su blog, en foros y también, justamente, en las redes sociales. O sea, un periodista como cualquier otro humano, puede contar anécdotas personales o ajenas, hacer chistes, enojarse, dar opiniones… y publicarlas. Por primera vez en la historia esto se hace a escala global, es fácil, baratísimo y rápido.
Se ha operado un cambio radical de lo privado y lo público. Desde luego que los periodistas siempre tuvimos una vida externa a nuestros trabajos: opinábamos en mesas de café entre amigos. Hoy esa vida “extraoficial“ cuenta –gracias a las redes sociales, los blogs, etc - con las mismas posibilidades de publicación que nuestro trabajo “oficial“. Eso cambia la naturaleza de nuestra relación con los medios masivos tradicionales donde siempre ha prevalecido la voz de la institución.
Lo novedoso es que la producción de un periodista fuera de su diario puede poner en duda la coherencia o la “imparcialidad“ del discurso editorial de la empresa. Las normas del WP salieron luego de que un editor importante hiciera un chiste en Twitter sobre las dificultades de Obama para reformar el sistema de salud.
He consultado a Perfil, Clarín y La Nación. Ninguno de ellos tiene normas de esta naturaleza.
Las normas del WP contienen puntos razonables pero no tengo espacio acá para desarrollarlas. Prefiero concentrarme en otros agujeros negros del WP. Uno: la idea de que existe la objetividad y que esa objetividad le pertenece periodismo. Dos: la idea de que revelar los procesos internos periodísticos es malo para el diario.
Para mí, la primera es una ilusión; Eliseo Verón nos abrió los ojos en los ’80. La segunda es pura ignorancia y miedo miope a perder el control. Si no podemos ser objetivos seamos transparentes. Hoy pocos creen en la objetividad y menos aún en la objetividad del periodismo (quizás ese fue el único mérito de la guerra por la Ley de Medios). Los periodistas podemos construir credibilidad mostrando las fuentes que usamos, cómo constatamos su veracidad, en qué se benefician nuestras fuentes anónimas con sus confidencias; revelemos, sobre todo, nuestros intereses. Mostremos el proceso de nuestra toma de decisiones. Seamos transparentes para que se pueda evaluar nuestro esfuerzo por ser justos y ecuánimes, nuestra coherencia y nuestra integridad.
Esto debería una política de las instituciones. Las que se resistan a hacerlo van a quedar atrás y agonizando. ¿Recuerdan que las filtraciones en Internet de algunos periodistas del New York Times expusieron hace pocos años las fabricaciones de un periodista estrella y forzaron finalmente la renuncia de un jefe de redacción que lo protegía? Los reglamentos del WP no van a impedir algo así. Sencillamente porque hoy eso es posible.
Es difícil la transparencia; significa ceder poder. ¿Es ingenuo? Va ser imprescindible.

jueves, 27 de agosto de 2009

sábado, 25 de julio de 2009

Perlas en la red 1984

Por Carlos Guyot

lanacion.com | ADN Cultura | S?do 25 de julio de 2009

viernes, 26 de junio de 2009

Cuando duerme Amaro

Los días se han vuelto ocupados. Pero en el mejor sentido de la palabra. Es que las habituales inmersiones de lectura y cualquier otro tiempo de ocio están hoy atravesados desde todos los ángulos por Amaro. Entonces, los tiempos para los libros han quedado reducidos a minutos generalmente colonizados de sueño y cansancio.
Aquí va lo leído en los últimos dos meses cuando Amaro duerme o secuestra a Verónica hasta el infinito. Será un listado plagado de subjetividades y sin demasiados detalles. Ya saben, no hay mucho tiempo.

Lo que más me gustó
La conspiración de los 14, de Esteban Llamosas. Fantástico, como todo lo que alumbra la dupla de detective Lespada y su ayudante Cherkavsky. Además, fue un regalo de mi amigo Adrián "loquillo" Simioni.
El vuelo de la ceniza, del peruano Alonso Cueto. Atrapante novela policial sobre los crímenes del doctor Boris Gelman. Me gustó la manera en la que está escrito. Lo compré en Wal Mart (¡auch!).
Tokio’s Blues, uno más del japonés Haruki Murakami. Dicen que este es el más famoso de su obra. Muy bueno. Hizo pareja en la compra arriba mencionada.
Historias insólitas de la historia argentina, de Daniel Balmaceda. Por lejos, uno de mis preferidos.
Flores robadas en los jardines de Quilmes, de Jorge Asís, cuando el hombre de los bigotes de Pellegrini era "la" promesa de las letras argentinas. Ya con el título se lleva mis aplausos. Es una obra que tiene más de 20 años y hacía mucho que quería leerla. Estoy en las últimas páginas.

La sorpresa (agradable)
El país de los chajás, de un cura que se llama Martín del Pospos. Me lo prestó mi amigo Carlos “agua hirviendo” Petroli. Ma-ra-vi-llo-so. Me hizo pensar en que si hubiera nacido un siglo atrás, me habría gustado ser arriero en las islas del Paraná.

La sorpresa (no tan agradable)
Corazones desatados, de Jorge Fernández Díaz. Imagino que mis expectativas eran desmesuradas. Es que Fernández Díaz es un periodista de letras mayúsculas con giros literarios muy agradables. Pero en este caso, me dejó insatisfecho. Por suerte, el libro va de menor y mayor y eso ayuda cuando se te caen los laureles.

En plena digestión
Hijos sin dios, del filósofo Alejandro Rozitchner y Ximena Ianantouni (marido y mujer). Uff… te hace pensar. Y mucho. Eso está bueno.

Relectura
Pensar sin Estado, de Ignacio Lewkowicz. Es un muy buen ensayo sobre la subjetividad en la era de la fluidez a partir de la caída del Estado como articulador simbólico de la vida social. En el capítulo 11 hay una referencia a la película Kaos que te arruga el alma. Es la parte en la que el protagonista vuelve a la casa de su madre porque ésta ha muerto. Está comiendo sólo y la difunta se aparece para pedirle al hijo que no esté triste, porque al fin y al cabo no se veían muy seguido, por lo que seguramente la iba a extrañar con la misma intensidad que la extrañaba en vida. Pero el hijo le responde que no llora por eso: “Lloro porque ya no estarás aquí para pensarme”. Dicho de otro modo: “Lloro porque ya no habrá nadie que me piense como vos me pensabas”. Lo escribo y me obliga a respirar hondo. Y lo más impresionante es que Lewkowicz trajo a colocación semejante escena para hacernos reflexionar que estamos desorientados porque ya no hay Estado que nos piense como nos pensaba antes. Excelente.

En cuentagotas
Romances turbulentos de la historia argentina, de Daniel Balmaceda. Me gusta saborearlo de a poco, romance por romance, relación por relación.
Historias inesperadas de la historia argentina, de Daniel Balmaceda. Lo tengo hace poco, pero lo que he leído es atrapante. También lo agarro en forma intermitente para estirarlo.
El país de las antinomias, de Pablo Mendelevich. Una buena idea de un gran periodista. También lo voy completando de a tramos.

viernes, 24 de abril de 2009

Kirchner bajo fuego

La semana pasada terminé de leer Rosas bajo fuego, una interesante investigación de Jorge Gelman que, con un estilo ameno, desgrana los mecanismos de la construcción de poder de Juan Manuel de Rosas, en especial durante la rebelión de los estancieros y el bloqueo francés.
Me fue inevitable comparar muchos de los hechos descriptos y relatados con el kirchnerismo. A continuación, 10 datos de sorprendente analogía, salvando, claro, las diferencias temporales y algunas características particulares.

1) Rosas, como los Kirchner, debió hacer frente a una rebelión de productores agropecuarios. En el caso de Rosas, eran en su mayoría estancieros con grandes extensiones de tierra y una enorme cantidad de ganado. Los terratenientes (por aquellos años, el término era adecuado) contaron con el apoyo de sus peones y de los comerciantes de sus pueblos, que veían como caían en desgracia por un parate en la actividad.

2) Una de las curiosidades es que el grupo que lideró la revuelta se llamaba Libres del Sur. Qué dirá Cecilia Merchán del antecedente histórico del nombre de la agrupación que ella integra, absolutamente opuesta a los intereses agropecuarios.

3) Resulta que los Libres del Sur, llamados así porque estaban asentados en campos al sur de Buenos Aires, empezaron a conspirar contra Rosas, a quien primero habían apoyado pero luego buscaron derribarlo. En esta época (1838-1840) no se andaban con medias tintas. Directamente armaban grupos sediciosos que intentaban reemplazar a los representantes de Rosas (jueces de paz) en cada localidad. Y para ello se armaban.

4) Uno de los ejes de la queja era, vaya relación, los impuestos que aplicaba Rosas al sector y el enfrentamiento que éste sostenía con los franceses, quienes habían bloqueado la salida de las exportaciones argentinas. En otras palabras, los ganaderos no podían vender sus carnes y cueros y se los fajaba con la enfiteusis, que había sido aplicada por Rivadavia y que Rosas, en un primer momento (después de la campaña para conquistar tierras en manos de los aborígenes), había reducido su impacto al vender varias de las tierras fiscales.
La enfiteusis es un derecho real que supone la cesión del dominio de un inmueble (los campos, en este caso) a cambio de un canon. Rosas duplicó ese canon (alquiler) en 1838 por sus problemas de caja ante el bloqueo francés. También aprovechó la volteada para “castigar” a los rebeldes y aplicó nuevos tributos, como la denominada Contribución Directa, una especie de impuesto a los bienes personales.

5) Dijimos que en la revuelta de los Libres del Sur estaban grandes hacendados, lo más granado de la sociedad, con apellidos que llegan hasta hoy, como los Miguens, entre otros. Los apoyaban los unitarios, los comerciantes, poblaciones del interior y los extranjeros. Se hacían llamar “gente decente” y quienes no pertenecían a esas clases sociales los identificaban como “cajetillas”. Rosas, que antes tenía el respaldo de esos sectores, debió buscar sostén en las poblaciones más humildes, indios amigos y no tan amigos y, particularmente, en lo que hoy es el conurbano bonaerense.

6) Los hacendados consideraban que la política de Rosas, a quien acusaban de tirano, caudillo populista y asesino, no les otorgaba la respetabilidad y centralidad que creían merecer. Se quejaban de su política de confrontación, de su faccionalismo extremo y de haberlos convertido en enemigos y aliados de la oposición unitaria.

7) Junto con el malestar por la presión impositiva circulaban versiones sobre el mal uso que Rosas hacía de los dineros públicos, en beneficio de sus aliados o para provecho propio. Al final, muchos pensaban que Rosas era un unitario con maquillaje federal. Y en varias provincias avalaban esa hipótesis, pero la organización institucional del país era frágil e incipiente.

8) Rosas y sus aliados lograron sofocar los focos rebeldes, pero en el aire quedó flotando un fuerte olor conspirador, que hacía ya tiempo había penetrado la nariz de Juan Lavalle, quien desde Entre Ríos empezó a organizar una invasión a Buenos Aires. La movida, ahora, venía desde el interior.

9) Las crónicas aseguran que, a su paso, Lavalle fue recogiendo miles de adhesiones de gente del interior, que le facilitaba hombres y caballos para seguir su marcha hacia el núcleo rosista. Lavalle, además, esperaba que los franceses y algunos uruguayos se sumaran con apoyo logístico y material, algo que finalmente no ocurrió.

10) Pero todo acabó en las poblaciones cercanas al puerto porteño. La algarabía que había acompañado la travesía de Lavalle fue una ilusión hecha añicos en el conurbano bonaerense. Lavalle creía que los pobladores estaban oprimidos por una tiranía y que apenas lo vieran llegar, se animarían a rebelarse. O los informantes de Lavalle eran ciegos y sordos o Lavalle le pifió con su hipótesis. Como sea, a medida que avanzaba hacia Buenos Aires encontró indiferencia y hasta hostilidad. Tuvo que pegar la vuelta.

Lo que siguió después, se imaginan, fue una cruda venganza de Rosas, quien expropió campos y animales de los sediciosos, mandó a fusilar a varios de los cabecillas y sometió a la élite agroganadera. Por estos días, a esta parte de la historia no la vimos y vaya a saber si la veremos, aunque los Kirchner hace rato que le tiran con lo que tengan a mano a los productores rurales (y viceversa). En realidad, lo que ahora queda picando es que, casi 170 años después, los Kirchner, como Rosas, apuestan al conurbano bonaerense para salvar la ropa. El 28 de junio sabremos si nuestros días clonan el fenómeno rosista o tejen su propio rumbo.

miércoles, 1 de abril de 2009

El dedo de don Raúl

¿Qué póster imaginás que puede tener un chico de 10 años en su pieza? Difícil que sea un político. Pero hace 25 años, en la pieza de la casa de Residencial Sur, yo tenía colgado dos afiches de la campaña de Alfonsín. Y eso que en la familia nadie militaba ni militó nunca en ningún partido. Pero te imaginás la efervescencia que se vivía.
Esos afiches fueron una precoz puerta de ingreso a la experiencia cívica, y don Raúl fue el tipo que tenía la llave de esa puerta, la que desembocaba sin estaciones en la democracia. Estaba la clásica imagen del saludo con las manos juntas sobre el hombro izquierdo, pero el que más me impresionaba era el otro afiche, con el brazo derecho extendido hasta el último milímetro del dedo índice. Señalaba un camino.
Ayer murió y tengo la impresión de que ese dedo índice nos golpea en la frente. ¿Será que nos perdimos y que en algún momento agarramos en la dirección contraria?

lunes, 30 de marzo de 2009

Obama no quieren un Gran Torino

Esta tarde, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, impuso una serie de condicionamientos para destinar un nuevo paquete de ayuda a las automotrices General Motors y Chrysler, que de hecho ya han recibido un montón de guita y aun así están en la lona.
No pude evitar la asociación con la película Gran Torino, que dirigió y protagonizó el fantástico Clint Eastwood. No sé si la viste, pero Eastwood interpreta a Walt Kowalski, un anciano que se jubiló como operario de la Ford. Guarda como joya un impecable Gran Torino modelo 1972 y reniega de uno de sus hijos, que maneja una camioneta último modelo japonesa.
Claro que este no es el nudo del film, pero forma parte del mundo de relaciones que Eastwood construye y refleja el contraste cultural que bien podría traspolarse a la situación que hoy viven las automotrices de Estados Unidos.
Es decir, se quedaron en un pasado glorioso que las aisló de una manera tal que, crisis financiera mediante, no están ahora en condiciones de competir a nivel internacional ni de reconvertir sus procesos tecnológicos para producir vehículos modernos, compactos, de menor gasto y más amigables con el medio ambiente.
Da la impresión de que, además de no querer seguir pagando el costo de tirar plata a un barril sin fondo, Obama pretende profundizar el cambio de paradigma en la industria automotriz estadounidense, que a su vez podría consolidar (después, claro, de muuuuuchos años), nuevos sistemas y modelos sustentables.
El economista Jeffrey Sachs, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, hace meses que se hace autobombo con la necesidad de avanzar hacia un nuevo esquema económico global que necesariamente ligue las decisiones económicas con los procesos que bajo o nulo impacto en el medio ambiente. Es cierto que ese pensamiento lleva impresa una fuerte cuota de marketing que generar una corriente de pensamiento positiva hacia Obama y sus asesores, pero es posible que también nos esté mostrando una de las megatendencias de una industria tan sensible como la automotriz. Espero vivir para verla.

domingo, 22 de febrero de 2009

Los libros de la buena memoria

¿Te acordás de ese tema? Así se llama la canción de Spinetta que Los Pericos versionaron luego con base de reggae. Pero esto nada tiene que ver con música. ¿O sí? Bueno, eso depende. Algo de música tiene también la literatura. Y viceversa. Aún cuando sus lenguajes son diferentes, hay una especie de territorio común, de frontera compartida que se mueve con nosotros.
En fin, en realidad el título me sirve para repasar algo de lo que he leído este verano. Justamente porque mi memoria ha perdido calidad (si es que alguna la vez tuvo). Así que en esto no es más que una egoísta lista para recordarme las historias que entraron por mis ojos. Aquí vamos, por orden de aparición en mi mesa de luz.


La Logia de Cádiz
Lo escribió Jorge Fernández Díaz, periodista de La Nación y director de ADN Cultura. Las historias sobre San Martín siempre me han resultado fascinantes, más aún cuando la ficción repone carne, hueso y corazón en nuestros próceres. Me gusta la manera en la que el autor desenvuelve una trama paralela para edificar el deja vú que arroja sogas desde las experiencias militares en España a las proezas en esta parte del mundo. Imperdibles detalles de la batalla de San Lorenzo y jugosas interpretaciones del contexto político con el que lidió San Martín, su relación con Alvear y la carga simbólica de pertenecer a una logia que trasciende lo hasta ahora conocido. Recomendable (y se lee con gusto).


Los hombres que no amaban a las mujeres
Sin temor a exagerar, creo que ha sido lo mejor que he leído en lo que va del año. Seguramente podrán encontrar muchas repercusiones sobre la obra póstuma del periodista sueco Stieg Larsson, que dejó como legado accidental (murió en 2004 sin ver su obra publicada) una trilogía denominada "Millennium", cuya primera entrega es esta estupenda novela negra cuyo protagonista, Mikael Blomkvist, bien podría ser un alter ego del autor. Si bien las traducciones nos dejan con gusto a poco en muchos casos, aquí lo que interesa es la historia, la manera en la que está estructurada y la construcción de los personajes. Entre otras cosas, supongo que me atrajo el primer escenario del relato, en el que una trama de corrupción y negociados de un fuerte grupo económico termina derivando en un insospechado episodio sobre el que Blomkvist es contratado para develar el misterio que encierra. La trilogía se completa con La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. ¡Hasta los títulos están buenos! Si fuera adolescente, podría suponer que inspiraron letras de Los Redondos.


La princesa y el pescador
Fue una grata sorpresa. En especial porque me costó engancharme hasta la página 40. Después lo "comí" de un tirón. Había leído una reseña y me había interesado la promesa de una historia de amores sin respuesta, de esperanzas sin salvación. Y así fue como caí en el relato de Minh Tran Huy, una periodista francesa de origen vietnamita que desgrana la traumática relación de dos adolescentes en cuyas vidas ha sido el silencio el que más espacios ha llenado, al punto de haberse convertido en un lugar común para ir y volver sin descanso. Por momentos, da la impresión de que la vida de los protagonistas se desvanece a punto tal de asumir una atomización del mundo, aunque diferente a la que conocemos desde nuestra cultura occidental.


Al sur de la frontera, al oeste del sol
Recalé por primera vez en la literatura japonesa. Lo hice precisamente porque en el libro de Minh Tran Huy se mencionaba a éste de Haruki Murakami, el escritor nipón del momento, según leí después en varios artículos de críticos literarios. Me gustó mucho, quizá porque Murakami ha introducido varios elementos occidentales en su obra. Además, a Murakami le gusta el jazz y con eso ya se compró mi simpatía. De hecho, el protagonista de la novela regentea bares temáticos de jazz. La historia es turbulenta, dolorosa y dramática. Más allá de las diferencias culturales que Oriente, está visto que en cuestiones de amores y desencuentros, los seres humanos experimentamos las mismas alegrías y tristezas en cualquier punto del planeta. Otra cosa: fue la primera vez que leí una obra en mi PC sin cansarme. Después arranqué con Tokio's Blues (el nombre original es Norwegian Wood, como el tema de The Beatles) que es otro libro de Murakami, también por computadora, pero esta vez extrañé el olor del papel y lo dejé.


El rastro de Van Espen
Delicioso. Hacía rato que quería empezar a leer la saga del detective Lespada. En vacaciones había pasado por una librería y estuve a punto de comprarme toda la obra de Esteban Llamosas. Después especulé con conseguir un precio más barato en otro comercio. Finalmente saqué dos de la biblioteca de mi trabajo. Con este arrancan las historias de Lespada, en clave de policial negro con mucha ironía y la irremplazable sensación de experimentar ficciones en territorios comunes. Si algo me gusta de Daniel Salzano, entre muchas otras, es la continua referencia a la ciudad, a las calles, a los lugares, a sus personajes. Con Llamosas, en otro nivel, se siente algo parecido. Es el típico libro que hubiera querido leer a los 12 ó 13 años. Más de 20 años después igual vale la pena.


La biblioteca Listen
El segundo de la saga Lespada. Mejor que el primero. Si bien se repiten algunos giros (es lógico), me interesó mucho más la historia y la manera en la que se va desarrollando el argumento. Confirma la predilección que tengo por los antihéroes cuando los personajes están bien armados. Además, incorpora el factor eclesiástico, que muchas veces funciona como una fórmula mágica para sostener un rosario de conspiraciones. El imaginario popular, agradecido. La dupla Lespada-Cherkavsky está llamada a protagonizar un hito en la literatura vernácula. Imagino que Llamosas aún tiene cuerda para rato, pero es cierto que también depende de la industria cultural. Por lo pronto, me quedé con las ganas de nuevas historias de detectives cordobeses. Y eso está bueno.


Perder
Hace poco más de un mes que fuimos padres con Verónica y creo que esta nueva "sensibilidad" me provocó mucha angustia al leer la obra de Raquel Robles, que fue premio Clarín de Novela el año pasado. Y quizá también por eso fue que devoré el libro en menos de una semana, pese a que mis tiempos libres ya se habían reducido drásticamente con el regreso al diario y a la radio. La historia es realmente dramática, de principio a fin y sin respiro. Está tan bien contada y da gusto angustiarse de esta manera, sin que ello signifique ceder al masoquismo. Perder es la historia de la peor pérdida que puede tener un ser humano: un hijo. Y el desequilibrio desbordante que enajena a una madre. Siempre me interesaron los textos que desgranan los pensamientos de las personas cuyos traumas psicológicos los recluyen a un universo sin palabras, pero tan dinámico y desesperante como si la comunicación fuera real.

viernes, 23 de enero de 2009

Era hora



Bueno... hacía rato que pensaba en armar un blog, pero no tenía ni tiempo ni demasiadas ganas. Ahora tampoco me desbordaba la ansiedad, pero nació Amaro y la puesta en web se demoró un poco más. Este es el primer paso, aunque dudo de mi constancia. En fin, por lo pronto, foto del enano que hoy está cumpliendo 7 días. Un campeón que día a día pelea contra el Dr. Cólico. Sé que va a ganar.