
Esos afiches fueron una precoz puerta de ingreso a la experiencia cívica, y don Raúl fue el tipo que tenía la llave de esa puerta, la que desembocaba sin estaciones en la democracia. Estaba la clásica imagen del saludo con las manos juntas sobre el hombro izquierdo, pero el que más me impresionaba era el otro afiche, con el brazo derecho extendido hasta el último milímetro del dedo índice. Señalaba un camino.
Ayer murió y tengo la impresión de que ese dedo índice nos golpea en la frente. ¿Será que nos perdimos y que en algún momento agarramos en la dirección contraria?
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